El sueño que soñara esta mañana
se ha quedado dormido
y no hay quien haga silencio todavía.
Como a un niño,
al que se le perdonan sus pecados,
caigo en la cuenta
de que ha sido sin dueño
todo el tiempo,
de que no ha comenzado.
¡Si le vieran!
Si pudieran, siquiera,
sentir que está naciendo ahora,
lloraríamos todos juntos de tibieza
y sería, por fin, sin frente
y sin espalda.
Pero nadie parece detenerse
a observar que no deja,
aunque viva cayendo,
de soñar con verdades inconmovibles,
con ilimitados paraísos,
tan reales, como el que los sueña.