Aquella tarde se abrieron las ventanas
y por los ocho huecos en el muro
entraban y salían,
y se llevaban todo.
Copiosa lluvia que viene y barre
lo que nunca ha sido y,
sin embargo,
nos tiene maniatados como a un perro,
atados, sin saber que
nunca hallaremos la puerta
con estas manos llenas.
Bendita lluvia!
Bendito beso matutino
que no nos da ninguna boca amada.
Dulce mujer sin piel que,
tiernamente, nos acaricia
sin tocarnos.
Ahora ya no es ayer,
y esta caja hace agua
por todos sus costados,
como un buzo de sal
bajo el mar infinito.