BUZOS DE SAL / 12

De a una
Se han ido yendo.

Desde este desamparado estuario
de dos bocas,
las he visto partir,
una
por una.


Ninguna
levantó la mano para despedirse,
ni dejó caer
(por cortesía)
una leve sonrisa.

Simplemente,
se han ido yendo
por detrás del viejo muro
que rodea la casa,
como quien,
desesperadamente,
busca cubrirse
de un sorpresivo aguacero.

De seguro,
entrarán inmediatamente
en la vida de otros amurallados hombres,
desprevenidos hombres que,
como yo,
creerán en ellas,
vivirán por ellas y,
lo que es mejor,
sufrirán por ellas hasta las lágrimas.

He llegado a pensar
que ya todas me habían abandonado,
pero ahora sé que
cuando la última de ellas
se marche,
no quedará en mí
lugar para dolor alguno.